martes, marzo 28, 2006

ARTICULO: LA CIUDAD TRAICIONADA de Emilio Atienza/Granada Histórica

EMILIO ATIENZA/GRANADA HISTÓRICA Ideal 28-03-06

GRANADA, la ciudad toda ella, fue declarada merecidamente conjunto histórico-artístico en 1929, a pesar de lo cual en los más de 75 años transcurridos no ha dejado de padecer destrozos, remodelaciones y expansiones calificadas de modelo negativo por el Consejo de Europa, como consecuencia de que los grupos de presión marcadamente especulativos han conseguido, en distintos momentos, conculcar las normas urbanísticas. Los intereses que condicionaron la apertura de la Gran Vía a costa de monumentos relevantes y de la trama de la ciudad medieval, no han visto disciplinado su poder en un siglo, frustraron el proyecto de Gallego Burín de 1951 y retrasaron el desarrollo de la Ley del Suelo de 1956 hasta 1973, concretada en un Plan General de Ordenación Urbana que se caracterizó por su pretencioso desarrollismo y graves fallos técnicos, entre los que aparecían errores que uno quiere pensar, con buena voluntad, que fueron despistes, algunos tan notables como considerar el espacio de la planta de la Catedral como solar edificable, ¿qué reacciones se habrían producido hoy de ocurrir algo semejante? Unas ordenanzas abstractas propiciaron un nuevo empujón a grandes negocios que dentellaron el centro histórico, barrios de San Lázaro, San Matías, San Jerónimo y Albaicín.

Hoy, al recorrer la Granada de calles y plazas recoletas, verdaderos santuarios de arte, de espacios públicos y cívicos, se perciben cambios aparatosos y una realidad en la que cada día nos resulta más difícil reconocer espacios que no hace demasiado tiempo eran lugares de convivencia, de memoria y de ciudadanía, y ahora, cada vez con más frecuencia, aparecen privatizados o fragmentados por estructuras físicas innecesarias (pasos subterráneos, accesos a aparcamientos enterrados, rotondas de exageradas dimensiones, etc.).

Allan Jacobs (1993) enjuicia las ciudades a partir de la calidad -estética, cultural, funcional y social, simbólica y moderna- de sus calles, y en esto Granada se nos desdibuja continuamente con un mobiliario urbano excesivo, de dudoso gusto, por la falta de criterio adecuado al espacio al que va destinado, recordemos la polémica que no cesa de las farolas interpuestas en la perspectiva del Hospital Real, y unos pavimentos que rompen la fluidez visual en el tránsito urbano, como sucede en la Romanilla y Tablas, con figuraciones ajenas a la morfología de la ciudad, reforzadas por unos hitos que marcan radios determinados por los giros de los vehículos que han dado una mala solución a la peatonalización de la zona, más evidente en Pavaneras y Molinos, de cuyos pavimentos tradicionales ha quedado un mínimo testimonio en medio del asfalto pensado para el automóvil, lo que ha supuesto un grave atentado al modelo estético de Antonio Gallego Burín, que culminó con notable acierto en la plaza del Padre Suárez centrada en el eje del monumento a Isidoro Máiquez, aquí pavimentos y disposición de hitos han alterado el equilibrado conjunto de los elementos que Gallego dispuso hábilmente, con lo que la intervención es especialmente atentatoria a su canon estético.

El problema es el resultado de la quiebra de un concepto estético que, además, se ha visto degradado por actuaciones ramplonas, como las que han convertido los pavimentos de Granada en penoso muestrario de escasa calidad y sobrada vulgaridad, que se evidencian especialmente cuando admiramos la belleza y carácter de los de las Pasiegas o calle Oficios; en otros casos a su mala calidad se añade una inadecuada disposición, como en el acceso a la de Ángel Ganivet, con unos radios de giro que rompen su perspectiva helénica, y que se reiteran en su conexión con la plaza de Mariana Pineda, San Matías y Carrera de la Virgen.

Cada día percibimos el difuminarse Granada en el tiempo y el espacio, precisamente porque dejamos de percibir la poética constructiva de un paisaje de pequeñas plazas y calles, de diminutos espacios, de íntimos silencios, (la poética de lo pequeño), que han contribuido a la creación de una ciudad metafísica que parece inspirada en Chirico. Cada día nos cuesta más reconocernos en nuestra ciudad. Nos quedan algunos espacios en los que aún leemos la lealtad de Gallego Burín a Camilo Boito en la plaza de la Universidad, que ordenó magistralmente desde la centralidad del Emperador; en su espléndida plaza de las Pasiegas resaltada en su sentido escenográfico por las pinturas fingidas de la Casa de los Canónigos que deberán recuperarse, si es preciso con esfuerzo municipal que es decir de los granadinos, que lo hacen en menesteres de menor fuste y contento, pinturas que extendió a otros puntos de la ciudad con igual función, por ello es inquietante su pérdida en la fachada de la casa vaciada, que flanquea unos de esos mínimos espacios burinianos imprescindibles, en la calle de la Cárcel, justo por frente a la Puerta del Perdón, en el que aislados del trajín urbano, podemos abarcar en su magnificencia la maestría del mejor Siloe.

Son muchas las preocupaciones que los granadinos sentimos ante el continuo diluirse de elementos característicos y esenciales de nuestro paisaje urbano y natural, y nos preocupa más aún la ausencia de debate conceptual sobre el modelo de urbanismo que queremos para Granada, pues no es sino esta gran ausencia la que está propiciando acciones desarrollistas inquietantes, propias de décadas ya periclitadas y de infausta presencia en la trama de la ciudad (Camino de Ronda, San Lázaro, Avda. de la Constitución, etc.), que la han sembrado de edificios de diseño y alturas discordantes y dudosa estética.

El actual Ayuntamiento, amparado en la evocación permanente de Antonio Gallego Burín, incurre en la contradicción de ignorar su estética urbanística empeñada en consagrar Granada como ciudad de Cultura y Arte, contraria a un crecimiento desbocado, más allá de criterios cuantitativos y cualitativos de racionalidad demográfica e incluso fiscal, opuesta a ensanches abominados por la Vega, al asalto a las laderas de Jesús del Valle, defensor de una política de conservación y creación de parques y jardines contraria a lo proyectado para el Salón, hostil a la quiebra de fondos de perspectivas, todo ello tan diferente a lo que se viene haciendo. Sería muy conveniente que este equipo municipal leyera en profundidad, y lo reflexionara, el discurso que Gallego Burín, como Alcalde, pronunció el 23 de enero de 1943 en el Paraninfo de la Universidad que tituló 'La reforma de Granada' antes de seguir con la traición a su memoria y el uso en vano de su nombre.

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Con los granadinos y con nuestra Granada hacen lo que dejamos que hagan. Ya va siendo hora de aunar voces para salvar lo poco que nos queda, antes de que sea demasiado tarde. Necesitamos voces que lideren movimientos de esta índole.

24/11/06 7:50 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo. Debemos unirnos cuanto antes para luchar por salvar lo poquito que queda en nuestra ciudad. ¿Cuántos más coches y motos pensamos que caben en Granada? ¿Cuándo vamos a seguir el ejemplo de cualquier ciudad europea avanzada?¿Cuándo reduciremos al mínimo indispensable el uso del coche?¿Lograremos que nuestra ciudad reúna las condiciones necesarios para poder ser usuarios de la bicicleta cada día, para ir al trabajo, a la compra, al colegio, etc.? Nuestra calidad de vida es cada vez peor: ruido, aire irrespirable, estrés del tráfico, falta de espacios abiertos donde poder disfrutar de la naturaleza, demasiados espacios cerrados...En lugar de avanzar y de mejorar nuestra ciudad, la estamos destruyendo poquito a poco.Aún estamos a tiempo de salvarla y de recuperar espacios naturales y árboles destruídos!!

15/1/07 11:58 p. m.  

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